martes, 19 de agosto de 2008

ESTOS SEGUNDOS QUE SE VAN

Sesenta soldados marchan en secuencia impecable. Su avance es riguroso. Su paso deja a todo un segundo detrás. Siempre alcanzan lo que buscan. No tarde, ni temprano, pero llegan, siempre llegan cuando deben. Implacables, inminentes, como inevitables.

Sin embargo, existen aún rebeldes que les hacen frente, valientes que se atreven a robar y destruir su secuencia. Rescatan a aquellos que han vivido completamente, aquellos que aman sin calendario, aquellos que ríen sin horario, los que abrazan sin prisa  los que no temen quedarse sin tiempo. 

Los rebeldes esconden lo robado, se escabullen en laberintos de memoria, disfrazados con arbustos de olvido, observan silenciosos el desfile del pasado. Hay quienes desertan, saben que no pueden detener al tiempo, pero los pocos que permanecen, saben que el tiempo nunca estará completo, el tiempo se va, siempre se va. Cuando saquea, el tiempo no sabe que hacer con lo que destruye, esta angustia de sentirse vacío lo vuelve monstruoso.

Armados con el presente, los rebeldes mantienen su ataque por un instante siempre al día, siempre en el momento. Son capaces de soltar todo lo que el tiempo ha de llevarse, aceptando lo que el presente les deja. Descubrieron el talón de aquiles del tiempo. Lo único que puede lastimar a cada uno de los 60 soldados es que saben que ninguno puede volver atrás, aunque lo anhelan, quisieran poder recordar.

Los rebeldes que viven al día, sólo recuerdan lo necesario, dejan que todo lo que no está en su presente sea  parte de las ruinas.

La lucha sigue, cada día, cada hora, cada segundo, implacable , inminente, como inevitable. 

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