El agente del sueño lleva boletos a los pocos pero valientes o inocentes navegantes. Todos cierran los ojos y bostezan, pero no todos aceptan el boleto. El precio es del tamaño de la realidad de cada persona. Hay quien dice que es un precio elevado, para soñar hay que dejar los puertos y abandonar tierra firme. El oceáno es profundo.
El navegante abandona la realidad a cambio de sus tierras, el lugar donde sus pasos se afianzan proporcionando ese sentido de ubicación, como cuando sabes donde estás y a donde vas.
El que sueña deja eso a cambio de todo. La profundidad es sólo el inicio.
Es preciso cerrar irremediablemente los ojos, los que sueñan despiertos se quedan a la orilla.
Es preciso levar las pesadas anclas de las realidades.
Después de algún tiempo, pues, no hay sueños eternos, el robusto , casi gordo agente del sueño regresa en silencio, flotante, con más boletos, pero a la vez con una nave pletórica.
Se presenta, los ojos se llenan de agua salada, las cortinas de los ojos bajan y entonces se proyecta eso que llaman sueños.
1 comentario:
sigue escribiendo filósofo..sigue andaa!!!
ABRAZOS.
Publicar un comentario